lunes, 20 de octubre de 2014

¡Atención, intrusos!

Si hay una cosa en el mundo que me da manía, repelús, asco y todo a la vez son las cucarachas. Y no, querido LL, no me las voy a zampar para superar el trauma. Por mucho que me las frías y chocolate que le pongas, a mi no me la pegas. Son unos bichos inmundos que no sé qué coño hacen conviviendo con nosotros.

El otro día, lo comentaba con A que los bichos son de lo más intrusivos. Es que se presentan en tu casa sin avisar y sin ser invitados. Hace unos días, casi infarto porque había una araña del tamaño de mi puño pululando por el baño. Bueno, quizás no tan grande, ya sabéis que tiendo a la exageración, de esas de cuerpecillo de lenteja y patas enormes. Por desgracia, me han educado desde el pacifismo y el matar esta mal, así que la dejé campar a sus anchas y con la ventana abierta de par en par invitándola a ver mundo fuera de mi casa.

Recuerdo amargamente el tastarrazo que me metí una vez porque una de éstas patilargas se metió en mis pantalones. Al irme a ponérmelos, no me di cuenta hasta que ya era demasiado tarde y me los había subido más arriba de la rodilla. Entré en pánico ya que veía aquel bicho demasiado cerca de mi tesorito sagrado. Me lancé encima de la cama haciendo aspavientos con las manos y patadas con los pies, con tan mala pata que salí rebotada y caí al suelo. Jamás supe donde fue a parar la araña durante mi ataque epiléptico y estuve mucho tiempo examinando muy minuciosamente la ropa que me ponía por si a caso me volvía a encontrar con ella.

Este año, con el calorcito vinieron a pasar el verano a mi casa, afincándose en la cocina, una banda callejera de hormigas carnívoras. Muy carnívoras, porque aquello que te cae una miga de pan y ni puto caso pero te cae un trozo jamón y te la lían parda. Pos muy inocente de mi, llegué de la compra un sábado y muy felizmente colgué un fuet que había comprado en un tornillito que hay debajo de la ventana. No sin antes cortar un cachito pa picotear mientras me hacía la comida. Me fui a comer y cuando volví a buscar el postre, la marabunta se había apoderado de él y un poco más y sólo me dejan el lacito de recuerdo. ¡Malditas!

También he de reconocer que soy muy racista de insectos. Ya sé que lo normal es ser tolerante pero, mira, yo con los seres voladores es que no puedo. Genocidio para los mosquitos, moscas, abejas, avispas y demás seres indeterminados, pequeños con alas e incontrolables posibles picadores de una pobre ser humana como yo. Y si, ahí meto las cucarachas porque corren que se las pelan, a veces hasta saltan, se suben por las pareces y hacen crunch cuando las pisas. ¡Un gran buejs a todos ellos!

Ay, dónde quedará esa niña que le gustaba jugar con los gusanos bola los días de lluvia. Ha desaparecido por completo para convertirse una hitleriana del flix-flix y el trapo mata moscas y mosquitos.

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