miércoles, 17 de agosto de 2011

Una noche en El Cairo

Llevo unos días en Egipto. Creía que ya lo había visto todo pero El Cairo es una ciudad que, como pocas, te puede sorprender gratamente. La excitación e ilusión se entremezlan con un engrandimiento de ojos cada vez que la ciudad te muestra alguno de sus secretos.

Voy con un grupoo de 14 personas, 1 guía y un chofer. Éste último, tenía como misión llevarnos del hotel a un barco.

Nos esperaba, o así lo habíamos idealizado, una noche en el rio, amenizada con danza del vientre, cena y una luna llena espectacular que nos tenía que guiar por nuestra travesía por el maravilloso Nilo.

En lugar de eso, el autocar tuvo un pequeño problema que nos impedío llegar a tiempo. Por lo que dijeron dos de los compañeros que viajan con nosotros y entendían del tema, era que al circuito le entraba aire, lo que le obligaba a pararse cada dos por tres. En medio de una rampa, entre 3 carriles, vamos nada peligroso por esos lares... Aunque gracias a eso, pero, pudimos ver como en una casa qualquiera, en el patio, tenían: un gatito, una cabra, un burro ¡y un camello! Por suerte, desde el bus no se olía a nada, no quiero ni pensar a qué olía el cojín que había en una de las sillas... También gracias al maltrecho estado del bus pudimos ver un milagro de la era tecnológica. Un coche que sólo andaba con la chapa y las cuatro ruedas. No tenía asientos, elevaduras eléctricas, airbags, cinturones... Nada de nada. Eso si, contaba con una cuerda que salía del supuesto salpicadero y que me contaron que posiblemente la utilizaban como acelerador. ¡Ni Fernando Alonso tiene huevos de ir en eso!

Como llegamos tarde al embarque nos facilitaron una lancha para llegar al barco. A medida que nos íbamos subiendo la barcaza se iba balanceando y con el agua a un palmo de mi nariz cada vez veia más mi imágen toda glamurosa en medio del río Nilo y la luna llena burlándose de mi. Conseguimos mantenernos a flote y abordamos el barco un minuto más tarde. Todo el mundo ya estaba cenando, eran las 19:30 hora local. Para ellos era normal porque es época de Ramadán y están muertos de hambre a la espera de la puesta de sol pero yo no hacía ni tres horas que había comido y para mi y el resto de compañeros nos era inviable comer pollo con salsa o un plato de macarrones. Tampoco podíamos beber, ellos no pueden beber alcohol por lo que el resto tampoco. Jamás había sido consciente de mi alcoholismo hasta este viaje, ¡Mi reino por un tequila! También en Ramadán tienen prohibido cualquier acto provocativo así que el espectáculo de danza del vientre se canceló. Como no teníamos mucho más que hacer nos plantamos en fila india en la terraza del barco a contemplar la orilla. Nos habían dicho que la navegación sólo duraba una hora y como habíamos llegado tarde que en media hora llegaríamos a puerto. Nos mirábamos los unos a los otros y sonreíamos de medio lado transmitiéndonos lo absurdo de la situación.

Poco después el guía nos indicó que la agencia nos regalaba la escursión alternativa de la noche cairota para compensar todo lo que nos había sucedido. Así que nos llevaron a visitar un mirador en la montaña, el monumento de los soldados desconocidos, donde murió asesinado Nasser, el anterior presidente de Egipto y finalmente nos soltaron en el bazar Khan el khalili.



Aquello era espectacular: ríos de gente. ¡Qué digo! ¡Montones y montones de gente! Los que bebían, los que fumaban, los niños, las mujeres, los vendedores ambulantes, los que servían... Gritaban, cantaban, daban palmas... Un sinfín de ruidos, colores y olores. Se entremezclaban las tiendas con las teterías y restaurantes. Los camareros corrían arriba y abajo disponiéndolo todo para sus clientes. Los vendedores ambulantes con su cantinela de "un euro, un euro..." te asajaban con sus mercancías.

La cabeza me iba de lado a lado. Mi cerebro no podía asimilar tantos estíumulos externos. Era como un bebé en su primer cumpleaños, emocionada, todo era diferente y alegre.

Fuimos a una de las teterías más antiguas del lugar, allí sentaditos, nos iban pasando los vendedores ambulantes. Dos se turnaban para permancer siempre a nuestro lado, mientras mis compis fumaban su cachimba arrinconados en una esquina yo intentaba ignorar a una señora que llevaba colgando a su hijo pequeño, que en un momento dado me estornudó encima y empezó a toserme en la oreja. Mi compañera de al lado lidiaba con un niño que no debería tener más de siete años para que le comprara no sé qué. Y mientras el resto de ambulantes iban alargando sus brazos por encima de ellos ofertando todo lo que tenían. Para más inri el señor que transportaba los carbones para las cachimbas iba paseando por mis pies una especie de cucharón donde iba el carbón incandescente que yo veía inebitablemente encima de mis pies. Pero el caos del Cairo es así, nunca pasa nada.

A nuestro lado se sentaron unos que incluso se trajeron unos instrumentos, tocaron y cantaron para las chicas de tenían al lado, estaba claro que querían conquistarlas. Algo muy diferente al estilo "estudias o trabajas" de aquí.

En el autobús de vuelta al hotel pudimos ver como ese algarabío se repetía por un montón de calles y callejuelas que hacíann del centro del Cairo una fiesta increíble.

2 comentarios:

  1. ay Maica, si era de esperar! viendo lo que te pasa en Barcelona, imagínate cuando vas por los mundos!

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  2. ahora falta que nos enseñes las fotos ^___^

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