
No es que sea envidiosa a rabiar o que mate por algo que no es mío. No voy tirando bombas a la gente ni pedradas a los más afortunados. Sino más bien, yo creo que me viene de mis reminiscencias de niña mimada.
Pero además no tengo límites ni criterio. Cuando acabaron los ochenta me prometí a mi misma que jamás, jamás me volvería a poner mallas, bueno pues como ahora lo hemos camuflado de leggins ahí que voy yo con mis leggins estupendísima de la muerte. Que se ponen de moda los botines gigantescos pues alé, la femenidad a la porra y yo con mis botas más feliz que nadie. Y menos mal que no soy una fashion victim, qué presión, no lo podría soportar.
Y no sólo lo limitaría a la moda de vestir, también a los objetos a la decoración del hogar, al deporte, hay tantas cosas que puedes envidiar de tu vecino.
Menos mal que soy tirando a ratilla, que un pecado capital mata a otro a cual piedra papel tijera. La pereza mata a la ira. La lujuria a la gula. Y así hasta lograr la perfección humana inexistente.
El marketing (o marquetín, como dice mi madre) y las modas anidan en mi voluntad como pedacitos de chocolate esperando a ser comidos. ¡Irresistibles! ¿Normal, no?
Ai que buenas las galletas de corona! mmmmm
ResponderEliminar