martes, 27 de noviembre de 2012

Que bonita es la escalada

Hace un tiempo, los del gimnasio me propusieron hacer entrenamiento personal. Como no era muy de mi interés lo dejé pasar pero el mes pasado me llamaron insistiendo que tenía una sesión gratuita con un entrenador y como el interlocutor parecía agradable me convenció fácilmente. 

Realmente el entrenador sabe hacer muy bien su trabajo. Es encantador y tiene una paciencia infinita con mis músculos de mantequilla, aunque él siempre insiste un poquito más para poner a prueba mi escasa resistencia. Empezamos con sesiones de una hora a la semana y entre serie y serie de ejercicios descansábamos un poco y  conversábamos. Pero luego, como mi economía no está muy bollante, por muy gimnasio molón al que vaya, reducimos las sesiones a media hora y todo eso se acabó. Todo lo que hacíamos en una hora lo ha apretujado a media, se acabaron las charlas sobre patatas asadas o el calorcito que da una chimenea en invierno, ahora es un non stop para mis pobrecitos músculos.

No me quejaré, pues el joven me esta dejando un buen tipín. Aunque al día siguiente, suelo acordarme de él, de su madre, de su pudings de castañas y de toda su familia al completo. Vamos, que voy siempre con unas agujetas espectaculares y voy soltando ays y uys cada vez que me muevo.

Pero el otro día, oh, amigos el otro día...

Él ya me había comentado alguna vez que los fines de semana se dedica a la escalada pero yo no le dí muchas importancia. Con lo lejos que esta de mi vida la montaña pues como para dársela.

Pero la escalada no esta tan lejos de mi como pensaba. En el gimnasio hay un muro con cositas pegadas para poder subir. Y si, el otro día el joven valiente tuvo la inocente pretensión de que yo trepara hasta arriba nada más ni nada menos. Mis ojos reflejaron todos los miedos del mundo, no podía ser. No me lo podía creer. Él insistía y yo "que no, que no, que no subo, por el amor de dios, que esto me da un miedo que pa qué". Finalmente, cedí. Qué queréis que os diga, yo soy así y es que unos ojos bonitos y una sonrisa linda un día de estos me van hacer tirar de un puenting. Total, que me armé de valor y subí el primer peldaño, que estaba a unos dos centímentros del suelo, era pequeño pero aún podía aguantar, deposité mi otro pie en otro cachibache que salía de la pared y ya me quedé a medio palmo del suelo. Esto empezaba a subir, qué tensión... ¡Estaba colgada de una pared! 

Intenté subir a otra protuberancia que salía de la pared y ya empecé a titubear, las piernas me empezaron a temblar. Él desde "abajo" me animaba "¡Venga, tu puedes, sube!". Yo me lo miraba atónita, porque no olvidemos que todavía no había subido más de un palmo de la pared. Me resultaba imposible, me había quedado bloqueada sin saber qué hacer: si subía me mataba, si bajaba decepcionaría a ojitos azules. Veía la imagen de mi personita débil pegada en la pared como una mosca atrapada en la red de una araña, mirando para todos lados y cagada de miedo. Finalmente acepté mi fracaso y me lancé a la colchoneta que había de bajo.
Mi corazón iba a dos mil por hora. ¡No, a más! Seguro que a más. Desde la última vez que fui a patinar sobre hielo, también convencida por otro humanoide masculino de sonrisa bonita, que no me ponía tan nerviosa. Ahora entiendo porque le llaman deporte de riesgo, porque te da un jamacucuo a la que subes veinte centímetros.

Hubieron tres intentos más. Él me enseño el camino para subir y como poner mis pies en esas diminutas cuencas pegadas a la pared. Qué grácil y ligero parecía él al hacerlo. Yo intenté memorizar sus pasos pero no hubo manera. Era llegar a más de un palmo del suelo y empezar a temblar como una hojita. Desistimos de tal temeridad y continuamos con otros ejercicios.

Y es que se me pasa por la mente, el verme a mi en un entorno natural de escalada y me entra la risa. Acojonada por la altura, con los pies a cual garras metidos en las rocas, haciendo aspavientos para esquivar a mis enemigas mortales las abejas... Me parece admirable la gente que le gusta este deporte pero, por favor, con lo bien que se esta en el bar con un buen chocolate caliente.

Anda, anda, anda... Quizás no será muy normal acojonarse por esta mimiedad pero yo prefiero que las aventuras las vivan otros, que la escriban para yo poder leerlas en la comodidad de mi hogar. Y la adrenalina no te preocupes que me sale por los poros cada vez que un chico guapo me sonríe.


1 comentario:

  1. Tiaaaa. vuélvelo a intentar que el día que te salga tendrás un subidón de la ostia y aprenderás una gran lección: todo es posible.

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