martes, 16 de diciembre de 2014

Espíritu de las navidades pasadas

Siempre he sido de tendencia a ser buena chica. Cierto elemento en mi vida, que era más malo que un demonio, me sirve de ejemplo para compensar al universo por sus variopintas fechorías. Así que voy por el mundo más boba que todo e intentando mantener un equilibrio entre el bien y el mal que, a veces, me cuesta lo mío. Que con la sociedad que tenemos y que cada día la gente va más a lo suyo, pues ya me dirás.
Entonces, es para cuando llega esta época que me viene a la cabeza el maldito Charles Dickens y su Cuento de Navidad, aunque en versión Disney con el Tio Gilito y un Micky Mouse lastimero o el gran Bill Murray en Los fantasmas atacan al jefe.

Y pienso... E imagino... Y le doy vueltas a la cabeza... Que es lo que tiene una al ser obsesiva de la fantasía y adicta a la tontería en general. Y si... ¿Un año de éstos no he sido tan buena como creía y me visitan los fantasmas de las navidades?

Mira, el del presente me la pinfla, ya lo veo por mi misma. Que yo soy de fijarme en las cosas, ¿sabes? 
  
El del futuro también me la trae floja, a ver, dudo mucho que mi futuro diste mucho de mi vida actual. Porque yo ya puedo jugar a la loto ya... ¡que tararí que te vi!


Ay, pero... ¿y si viene a verme el fantasma de las navidades pasadas? ¡Ay, que yo me cago, eh! 

Ese escaneador de malas conciencias. Ese rastreador ávido de puntos débiles llenos de maldad dentro de ti. Un ente que con su tacto gélido, te transporta hasta los remordimientos más profundos de tu ser. ¡Un mal bicho de narices, por no decir de otra cosa menos fina!


Puestos a imaginar, nos veo a los dos en el centro de una sala de cine donde se proyecta mi pasado cruel. En versión original subtitulada, a ver si al ser bilingüe, alguien no lo vaya a entender.

Ver en la pantalla grande a aquel chico que dejé sin la oportunidad de la última palabra por miedo a su reacción. Aquel al que negué mi sonrisa en nuestro último encuentro por miedo a volver a caer. Aquella voz que levanté, en dolby surround, a un compañero histérica de los nervios, por meter, otra vez, pescado pestilento en el microondas atufando toda la oficina. Aquella señora que le grité borde a la cara porque no me quería vender una tarjeta de metro pagando con visa porqué no llevaba ni un euro, lo que me hizo andar como diez kilómetros con los pies cocidos y enllagos a cual cristo en cruz.


En resumen, un pequeño documental con un sinfín de anécdotas mal llevadas, la mayoría fruto de alguna frustración insana ajena a la gente que me rodea.

Y ahí está el maldito fanasmita, a mi lado comiendo palomitas, el muy pancho, para recordármelo todo. Obligándome a  prometer que para el año que viene seré una excelente persona. 


Pero señores, como todo en la vida, lo normal es ser un poco bueno y un poco malo. El yin y el yang. Y que lo de errar es de humanos y que sino que lance la primera piedra quien no se le haya escapado, a cual pedo infortuito, cualquier maldad.

Felices fiestas a todos y recordar que en caso de visita fantasmil la mejor arma es la sábana. Infalible si se tapa uno hasta la cabeza.

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