miércoles, 23 de noviembre de 2011

La pequeña Lola

Esta semana no tengo que contar ninguna anecdota así que os dejo un cuento que escribí para un concurso que no gané, resultó que para presentarte a un concurso navideño tienes que escribir sobre la navidad, qué cosas...

Cualquier parecido con la realidad es pura coincidencia...

La pequeña Lola

Las imágenes se agolpan en la imaginación de Lolita. Cómo una cabeza tan pequeña podía imaginar tantos mundos, tantos colores, tantas aventuras…
Se podía pasar horas sentada en las escaleras que bajaban al patio de su casa. Mirando fijamente a un punto indefinido. Quizás distraía su mirada,  de vez en cuando, un insecto que pasaba a saludarla.
No es que tuviese una niñez infeliz. Vivía bien, con su madre y su abuela. Su padre hacía tiempo que no ejercía como tal pero a ella no parecía importarle demasiado. Sabía que a su alrededor tenía gente que la quería.
Era una niña introvertida y los niños de su edad la veían un poco rara. Siempre se interesó más por las historias que contaban los mayores que por los juegos de los pequeños.
No escribía relatos, ni imaginaba ser una gran novelista. No pretendía ser directora de cine, poetisa o versada en las artes. Simplemente podía pasarse la tarde soñando despierta. Acariciando la realidad con bonitas historias que le sucedían a ella o a los de su alrededor.
Un día, la cosa cambió. Al llegar del colegio, Lolita se disponía a pasar una bonita tarde con su merienda, en su lugar favorito: las escaleras que iban al patio. Pero ese día en su paraíso había un niño.
- ¿Quién eres? – Le preguntó el niño.
- Soy Lolita, vivo aquí.
El niño se la quedó mirando y haciendo un gesto con el brazo le ofreció algo que tenía en la mano. Lolita bajó las escaleras tímidamente y alargó la mano para recoger el presente. Notó que se movía y se asustó. Tirando el animal por los aires.
- ¿Qué haces? – gritó el niño.
- ¡Es un bicho! – replicó ella.
- ¡Era una hormiga! ¡Las hormigas son buenas, no te iba hacer nada!
- Lo siento, no quería hacerle daño.
- Era un regalo. ¿No te gustan los animales?
- ¡Me gustan los ponis! – confesó Lolita alegremente.
- ¡A mi también! ¡Y las hormigas!
Lolita se sentó donde siempre e invitó al desconocido a sentarse con ella. Mientras él jugaba con otra hormiga Lolita le preguntó por su nombre y qué hacía allí.
- Soy Cristian. Mi madre ha venido a traer algo a la tuya. Algo de comer, creo.
Cristian se quedó mirando a Lolita. Miraba la expresión tímida de sus ojos, la media sonrisa que dejaba escapar cuando a Cristian se le intentaba escapar la hormiga que tenía entre las manos.
- ¿Y qué haces aquí sola? – finalmente preguntó
- Imagino. Me gusta soñar despierta. – sabía que todas las veces que contaba lo bien que se lo pasaba jugando con su imaginación los otros niños la había rehuído y la habían castigado con su indiferencia. Obligándola a bajar la mirada al pronunciar dichas palabras.
- A mi me gusta dibujar – Y le dedicó una amplia sonrisa a Lolita.
Lolita se levantó, le dio un trozo de su bocadillo a Cristian y se dispuso a marchar.
- Espera aquí.
- De acuerdo. Yo y mi amiga Pepita. Ella, la hormiga, te esperaremos aquí.
Al cabo de menos de un minuto volvió Lolita abrazada a un montón de hojas y lápices de colores que rebosaban por debajo de los folios.
- Aquí tienes. Puedes pintar cuanto quieras. – Le dijo Lolita a su nuevo amigo.
Estuvieron toda la tarde sentados, él pintando y ella mirando al cielo, a la nada. Quizás pasaron minutos, quizás horas pero finalmente la madre de Cristian apareció y reclamó su presencia. Se tenían que ir ya.
- Adiós Lolita. Me lo he pasado genial – dijo el niño a la pequeña que justo se levantaba para despedirle.
- Adiós Cristian. – le correspondió ella.
Se quedaron mirando y Cristian le dio un beso en la mejilla. Lolita se sonrojó pero ya nadie lo vio porque ya estaban de camino a la salida. Ni siquiera ella se dio cuenta que Cristian había depositado en sus manos el dibujo que había estado haciendo esa tarde.
Al día siguiente, Lolita, como cada día, fue a las escaleras del patio. Cristian ya no estaba pero ella recordaba gratamente el buen rato que había pasado el día anterior con ese muchacho.
Su madre, sacó la cabeza por la ventana que daba al patio.
- Lolita. ¿No quieres merendar?
- ¡No tengo hambre! – Respondió malhumorada Lolita. Su madre le había interrumpido uno de los mejores sueños que había tenido hasta ese día, mirando el dibujo de Cristian.
- ¿Estás segura, Lolita? – Insistió la madre.
- ¡Mamá, mi nombre es Lola! ¡Qué ya no soy una niña!


No hay comentarios:

Publicar un comentario