miércoles, 2 de enero de 2013

Los dineros de la Señora Ciruela

Bueno, pues ya hemos pasado otro año... Y es que ¿quién lo diría? ¡Que pasan los años que ni te enteras...! Bueno, quizás que deje de parecer una yaya gruñona y vamos a lo que vamos. El post de hoy lo quiero dedicar a mi querida narradora de historias Mercedes. Ya os hable de ella el año pasado, es mi tía abuela, quien en Navidad, siempre nos regala alguna anécdota o historia personal. El año pasado fue bastante lacrimógena, por lo que, este año para compensar nos ha relatado una bonita experiencia de hermandad vecinal y aquí os la quiero plasmar en letras más o menos parecidas a lo que la buena mujer nos contó entre copita y copita de cava.

Donde veranea mi tía-abuela es un sitio costero de Catalunya muy típico por sus rieras. Construidas las casas y edificios a banda y banda de la riera cada vez que hay tormenta se inunda medio pueblo y a tomar por culo contenedores de basura, coches, motos... Vamos que arrasa con todo lo que pilla. 

Pues ella vive perpendicular a la riera, en una calle estrecha y sin salida. Casi al final del bloque de casas vivía una señora. La llamaremos señora Ciruela porque lo único que recuerdo de ella es que tenía una pequeña parada de frutas y vendía ciruelas. Era muy afable y siempre estaba sonriendo.

Un día de tormenta, la riera, para variar, se desbordó inundando medio pueblo, incluida la callejuela donde residían ese verano mi tía-abuela y la señora Ciruela. Cuando paró de llover, la gente empezó a salir de sus casas para recoger los destrozos que se habían ocasionado. El agua aún les llegaba por la rodilla y poco podían hacer. Un niño que andaba judando con el barro divisó unas cajas flotando. Iban por medio de la calle, distraídamente hacia la desembocadura de la riera. Querían llegar al mar pero como si de una galletita bañada en leche se tratara, se iba reblandeciendo y el cartón no resistía las caricias del agua. Pronto se empezaron a despedazar y a mostrar el contenido que tan débilmente habían guardado. El niño que había divisado las cajas y los vecinos que trajinaban cubos para achicar el agua vieron como su calle se iba convirtiendo en un río de billetes. 

Todo el vecindario estaba pasmado por lo que estaban viendo. Por aquellas, aún eran pesetas, pero había billetes por todas partes. 

La señora Ciruela, al darse cuenta de lo que estaba pasando lanzó un grito:

- ¡Pero si estos son mis dineros! ¡Los que tenía escondidos bajo la cama!

Asín, que la buena gente, que si pasara hoy en día tengo mis dudas de si actuarían igual, se unieron en la caza y pesca de los billetes de la pobre mujer. Uno a uno los fueron colgando en el tendedero de la casa de la señora Ciruela para que se secaran.

Resulta, que mucho antes de esta crisis que tenemos, la señora Ciruela ya no se fiaba mucho de los bancos. "¿Y si un día se quedan sin dineros?" decía. "¿Y si un día se quedan con las cuatro perras que tengo?". Por lo que, la señora tenía todo lo que había ahorrado durante toda su vida debajo del colchón en cajas de zapatos. Al inundarse la casa, las cajas salieron al exterior con el torrente de agua, al igual que las zapatillas de la buena señora Ciruela.
 


Asín que ya sabéis, si amenza tormenta guardar vuestro dinerito a buen recaudo
 
¡Feliz 2013 y que los Reyes Magos nos traigan mucho amor, mucha salud y mucha, mucha felicidad para todos!
 
 
 
 
 

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