lunes, 27 de octubre de 2014

Una tarde de miedo

Queridos lectores y amantes de mis tonterías en general. Ya estamos en época de castañas y recogimiento en el hogar con los boniatos asándose en nuestras chimeneas crepitantes. Ay, no. Calla, calla, que estamos a más de 20 grados en la mayoría de España. Buff, qué calor, quita, quita ya vuelvo a empezar.

Queridos lectores y amantes de mis tonterías en general. Ya estamos en época del panallet y la ratafía on the rocks, que con el calor que hace como que apetece más. Y con ello, llega Halloween y la Castanyera cuenta cuentos. Este año, el relato que os quiero contar está basado en hechos reales. Al menos, hasta donde mi memoria alcanza y teniendo en cuenta que, sino recuerdo mal, yo en esa ocasión, ni tan solo estaba.
¿Holaaaa...? ¿Hay alguien por ahí...?
Esperar respuesta cuando estás solo es un poco absurdo, lo sé. Pero ayer hicimos con mis best friends espiritismo y no veo yo muy claro que esté tan sola como parece.

Ahora, nos ha dado por hacer güijas con lo primero que se nos antoja. Por ejemplo, en un papel de libreta cutrón, con las letras en boli bic o una cartulina, ya en plan más pro, con letras de colores. En una ocasión, hasta utilizamos una bolsa del supermercado pero esta no cuenta porque íbamos pedos, estábamos en la habitación de un aparthotel en Mallorca y con una docena de gente a nuestro alrededor gritando como locos, menudo guateque teníamos montado esa noche. Es que no sé ni porqué os lo menciono pero como entra dentro de la temática y me pareció de lo más surrealista pues os la explico. 

En fin, que lo imprescindible para que la cosa furule es plasmar en cualquier superficie el abecedario, un si y un no, y si el espacio lo permite un quizás/puede ser o nunca/siempre. Lo que no sé es cómo hemos pasado de pegar nuestros ídolos para forrar nuestras carpetas del cole a jugar con los muertos. Cosas de adolescentes, supongo.

Ayer estábamos las cuatro, en una sesión reducida. C quería saber si J estaba por ella. Como si los espíritus supieran de estas cosas de instituto. Pero no importaba, yo estaba sola en casa. Mi madre suele trabajar hasta tarde y de vez en cuando nos venimos aquí a merendar. A veces, nos ponemos música, cantamos, bailamos y en general solemos hacer bastante el tonto pero nos divertimos mogollón y nos lo pasamos estupendamente. En esta ocasión, tocaba jugar a ser mediums. 

Encendimos un par de velas y nos arrodillamos alrededor de la mesa de centro que hay en el comedor. Juntamos las manos, cerramos los ojos con una parsimonia casi hipócritamente imperceptible. Ceremoniosamente al abrirlos depositamos nuestros dedos índices encima del vaso y empezamos con el show. 

A mi me interesaba especialmente, saber si una de mis profesoras me tenía manía, me había suspendido y no acababa de entender porqué, de su clase a penas había hecho pellas, no me parecía nada justo, la asistencia a clase tendría que contar como punto extra. Al cabo de un rato, de preguntas chorras y de cuestiones que harían cabrear hasta al mismísimo Casper por el abuso ridículo del mundo espectral, aquello empezó a moverse a una velocidad anormal y a pasearse por la güija sin ningún sentido.

Nos mirábamos atónitas las unas a las otras sin poder despegar el dedo del cristal que se agitaba de un lado a otro. "Esto es que es un espíritu burlón" dijo A para calmarnos. Se ve que en el mundo del más allá hay unos seres toca pelotas que les gusta jugar con las jovencitas que no tienen más que hacer en sus tardes libres que comunicarse con los difuntos.

Pero no nos calmó en absoluto, más bien al contrario. M, soltó el vaso de golpe. Atemorizadas, miramos a M por lo que acababa de hacer. Había roto el vínculo entre los vivos y los muertos y eso no era para nada bueno. Mientras se disculpaba, no nos percatamos que nuestros dedos también se habían despegado del recipiente. Bajamos la mirada, expectantes a lo que podía pasar y en cuestión de segundos vimos como estallaba en mil pedazos convertidos en pequeños diamantes de cristal. No nos dio tiempo a empezar a gritar que la ventana del balcón se abrió de par en par y las cortinas nos fregaron las narices. 

A partir de ahí, sólo recuerdo el acojone generalizado y el caos producido por cuatro adolescentes gritonas y locas muertas de miedo. Yo lloraba desconsoladamente, pretendían dejarme sola con el percal sobrenatural y no quería esperar a que llegara mi madre con un espíritu burlón, maligno o lo que fuera aquello rondando por mi casa.

A, finalmente, se ofreció a quedarse conmigo mientras que E y C huyeron como ratas del Titanic. En ese momento, estaba profundamente indignada con mis amigas y con el fantasma que había dejado mi comedor como un Cristo. A, sugirió que fuéramos a dar una vuelta y me pareció buena idea. Cuando volvimos, ya parecía todo en calma, como si nada hubiera pasado. Mi madre ya había llegado y detrás de la escoba, con los cristales en el recogedor, me miraba con cara de te la vas a ganar jovencita. 

Que mal rato pasé ayer, de verdad. Pero ahora vuelvo a estar sola en casa, esperando a mis ya perdonadas best friends para intentar contactar con Elvis o Marilyn. Que siempre mola más si los del más allá son famosos y aunque sean de la otra punta del mundo la güija es un translator más cañero que google y extrañamente se entiende todo súper bien.

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