Son las 4 de
la mañana y me estoy meando. Normal en mí. Si, jovenzuelos a cierta edad no hay
quien duerma de tirón. La bufeta tira que es cosa mala. ¡Eso sí que es un
cuento de terror y no éste!
Tengo a la Parca a mi lado, con la espalda apoyada en el cabecero de la cama y con los pies cruzados por el tobillo. Va tamborileando sus dedos huesudos por encima de su hoz que tiene apoyada en sus rodillas y me mira fijamente:
Tengo a la Parca a mi lado, con la espalda apoyada en el cabecero de la cama y con los pies cruzados por el tobillo. Va tamborileando sus dedos huesudos por encima de su hoz que tiene apoyada en sus rodillas y me mira fijamente:
-Esta vez no
te puedo salvar.
-¿Pero qué coño hago atrapada en esta cosa? ¡Me voy a morir antes de asco! ¡Qué agonía! ¡Sácame de aquí!
Tengo el
cuerpo envuelto en una especie de crisálida hecha de filamentos de seda
amarillentos que solo me deja libre la cabeza.
-¿Pero por qué? ¡Si hasta ahora siempre lo has hecho! ¿Acaso ha llegado ya mi hora?
-¿Pero por qué juegas con los bichos?
-¡Pensaba que era un bicho bola! No sé... me recordó a mi infancia cuando llovía y en el patio salían a pasear los gusanos. Los bichos bola y los larguiruchos esos negros que al tocarlos se recogían en espiral. ¡Y su olor! Ese olor tan característico y penetrante a tierra húmeda mezclado con toques de gusano.
-¡Déjate de melancolías! Lo que tocaste, marrana, ¡no era un bicho bola! Era un bislux.
-¿Ein?
-Ese bicho es muy peculiar.
-No me digas... ¿me puedes sacar de aquí o no?
-Lo siento, querida. Solo con un beso de amor verdadero podrás escapar de la crisálida.
-Noooooo. Venga, no me jodas!
-¡Jajaja!
-Estás de broma, ¿no? Anda que esto cada vez aprieta más.
-Y más que
te va apretar como no salgas de ahí.
-¿Y no te
puedo besar a tí?
-¡Pero cómo
me vas a besar a mí si soy la muerte! ¡Si me besas
cagarela! ¿O es que nunca
has oído hablar de mi beso?
-Sí, ya, ya.
Muy triste, pero... ¿entonces?
-¿No tienes
a nadie a quién poder llamar?
-¿Tú qué
crees? ¿Acaso piensas que tengo una agenda de amores verdaderos bajo la cama?
-Es mejor
que te calmes o te apretará más.
-¡No me da
la gana!
-Tú verás.
-Venga
hombre, que esto huele fatal.
-¿No decías
que te gustaba tanto el olor a gusano?
-El bislux
debe ser un gusano pedorro. ¡Para nada huele a lluvias de verano!
-Pues no sé,
dímelo tú. El bicho está dentro de la crisálida contigo. Quizás ahora mismo se
esté tirando un pedito...
-¿Cómo? Por
favor, por favor, sácame de aquí. ¡Ay que me muero! ¡Dios qué ascoooo!!!
Me muevo de
un lado para el otro para intentar zafarme de la seda pero me es imposible y
todavía se estriñen más los filamentos a medida que lo intento.
-Mira, el
año pasado, salvé a un chico que me debe la vida, quizás si le llamo...
-¡Si por
favor, si!
-Oye S, ¿te
puedes venir a la dirección que te mando? Hay una chica en apuros que necesita
tus labios.
-¿S? ¿Has
dicho S...? ¡Noooooooooooo!
Me despierto
de nuevo empapada en sudor pero solo arropada por las sábanas. En la mesilla de
noche una nota doblada:
Disfruta del
resto de tu vida.
La próxima
vez, intenta no desmayarte antes de que te salven.
Espero no
verte pronto.
La Parca.
Títulos
anteriores de la Parca:
Las monedas de la Parca. Una historia de miedo
La Parca: Episodio I
El ascensor atrapabichos. Otro cuento de terror
Historias de la Parca IV
Las monedas de la Parca. Una historia de miedo
La Parca: Episodio I
El ascensor atrapabichos. Otro cuento de terror
Historias de la Parca IV
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