martes, 9 de octubre de 2018

Despistes

¿Os acordáis cuando os expliqué que me fui de una gasolinera sin repostar? ¡Qué risas, ¿eh?! Y sino, pues a releer que son dos minutos (Porqué mi abuela siempre me decía que tenía la cabeza de pomo de escalera...)

La verdad, no sé si será por la edad o que los pajaritos de mi córtex cerebral se han ido reproduciendo y ahí cada vez hay menos espacio para la lucidez o qué, pero la cuestión es que mis despistes van en aumento y voy de susto en susto y de milagro en milagro.

Hace poco, me dejé las llaves de la moto puestas y un héroe silencioso las quitó del contacto dejándolas apoyadas en un banquito que había delante de donde la había aparcado. Una señora, al verme mirar por todos los rincones y haciendo aspavientos como una loca, me preguntó si lo que buscaba eran las llaves que tintineaba entre sus dedos. Me dijo donde las había encontrado y de la euforia dudé en besarle o no los pies. La sensatez, por suerte, volvió a mí a media genuflexión y me fui pitando con mi motito gritando: ¡Dios existe!

Para mí, lo más impactante es cuando llego al trabajo con una sola lentilla. Que me ha pasado más de una vez, eh, ¡no suscreáis! Qué demonios me debe pasar a mí por la cabeza en el microsegundo que va de ponerme una en un ojo al... ¿Qué os estaba contando? 

¡Ah, sí! ¡Mis despistes! Los que me quieren me dan un golpecito en la espalda y me dicen que no me preocupe, que es normal tener algún que otro descuido, que vamos todos muy estresados y tenemos mil cosas en la cabeza. Sí, bueno, que casi incendio, un día, la casa por olvidarme la comida en el fuego. Que me fui a ver un partido de Champions y cuando volví me encontré una patata carbonizada pegada a una olla pidiéndome auxilio.

Y mira que me creo mis rutinas para no dejarme nada pero no hay tu tía. A la que llevo más de cuatro cosas, la tercera la abandono, seguro.

Estoy tan acostumbrada a olvidarme las cosas por los sitios que ya jamás digo hasta mañana cuando me voy sino un simple hasta luego por lo bajini y la boquita pequeña. Gran clásico el haber de volver a los dos minutos. ¡Hola! Perdón, perdón. Me he dejado el móvil, el casco, la bolsa del gim, el tupper, el pañuelo... ¡Ups, la cabeza!

Cómo podemos liberar de forma fortuita tantos pensamientos y por contra tener otros marcados a fuego como una res en nuestro cerebro. #unforgetable

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