Hace
poco con los compis estuvimos hablando sobre nuestros posibles tótems y cuál
debería ser el de cada uno. Yo me quedé toda pilluqui, como diría L, con el
tema y, al principio, lo ví claro. Sí, sí, mi tótem es un pez. ¡Vamos! Con la
memoria de mierder que tengo era esto o mosca. Otros síntomas que apoyaban mi
teoría es mi empanamiento natural o mis mini ojos, pequeñitos y redonditos.
Aunque, gracias a Dios, centrados en la cara y no a los lados. Ahí, como
siempre, siguen mis orejas radar para captarlo todo.
Me
podría pasar horas flotando, nadando en la piscina o en la playa con el solete
dorando mi piel o bajo el agua caliente a chorro de clics en la ducha del gim.
En una bañera con espuma hasta la nariz con música relajante, una copita de
vino y un torso fornido donde apoyar la espalda. Pero teniendo en cuenta que
solo dispongo de una ducha dentro de un armario de la cocina y que,
lamentablemente, los torsos fornidos no se prestan a ello, pues a tomar por
culo mi ideal de bañerita espumosa y me tengo que conformar, de vez en cuando,
con jacuzzi compartido en el spa.
Pero
el pez por naturaleza es feliciano, no tiene mal alguno y aquí... ¡Aquí ya nos
distanciamos, amigo pez! ¡Adiós pescadito, adiós!
Lógica,
cuadriculada, rancia de primeras. No me vengas que te bufaré, no me hagas caso
y te odiaré. No discrimino y puedo ser amiga hasta de una pelusilla. Me entretengo
sola con cualquier tontería. Yo, mi imaginación y poco más. Mi reino, más de
una vez, por enroscarme en un rincón a soñar despierta y atenta a todo por si
alguien me necesita.
Generosa
con los que están a mi lado. ¿Qué quieres? ¿Un ratón? ¿Un bicho bola? ¿O mejor
un buen bizcocho o unas croquetillas? ¡Dame cariño y yo te lo preparo!
Pero
a los gatos el agua... Ejem, ejem. Aunque les gusta para beberla bien
fresquita, el tema de hacerse unos largos en la piscina tampoco les va mucho.
Por
lo que, no me queda más remedio que ser una gato-pez o un pez-gato. Pero
entonces, ¿cuerpo de pez y cara de gato? ¿Una sirena gata? ¡Sexy, sexins, eh!
Aunque a ver, que por todos es conocido lo mucho que les gustan a los gatos los
peces. Vamos, que mi tótem se quedaría sin cola a la mínima de un solo bocao.
¡No, no! Mejor cara de pez y cuerpo de gata. ¿Sí, mejor? Esto... ¡Quita, quita!
Paso de ir por ahí con cara de pez. ¿Os imagináis...?
Resumiendo
y tomando todo en consignación, creo firmemente que debo ser marciana y ya
está. Y, por lo tanto, lo normal sería que mi tótem fuera un alien cabezón de
color de mierda de oca, como siempre me decía mi abuela cariñosamente.
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