Y
la mía tiene un problema real. Como todavía no he encontrado un grupo
de apoyo que me ayude con ello hoy, en honor a este día tan especial, os
lo quiero contar.
Tú la
ves y no lo dirías nunca. Su problema pasa bastante desapercibido para quien
no la conozca en su hábitat natural. Su casa, su hogar. Quizás la puedes
ver titubear frente a una librería, mirando de reojo como si no le
interesara en absoluto su contenido. Sonriendo de forma tímida con los
tengui y apuntando en su lista mental los falti.
Probablemente,
miembro fundadora de El círculo de lectores lleva desde el año de la
catapún chimpún atesorando libros. En la mayoría, eso sí, vale la pena
indicar, salen muertos. Mi madre sabe más de asesinatos que el FBI,
Scotland Yard y la T.I.A juntos. Vamos que si algún día necesitáis
ayuda... Ese jefe, suegra o cuñado con el que se os ha ido la mano...
Avisarme, que os la mando. Seguramente sabe más de mil formas de cómo
deshacerse de un cadáver así disimulando bien.
Pero
el problema real no es que le guste leer. Por suerte, mucha gente tiene
este buen vicio. Ni tan solo es lo mucho que me jodía que se pusiera a
leer los domingos por la tarde cuando yo quería jugar con el Tente y me
ignoraba. ¿Será por eso que me hice escritora? Vaya... Vaya... Vaya...
Señor Sigmund Freud.
El
problema real son la cantidad ingente de enciclopedias que tiene. Que de
verdad os digo que no es normal la de estanterías que tiene a rebosar
de ellas con sus volúmenes ordenados de forma alfabética o numérica,
dependiendo de cual, bien puestos en formación.
Tiene
verdaderas joyas como, por ejemplo, Jardines de Barcelona,
imprescindible para el saber, El Costumari Català de Joan Amades, quizás sea de las
pocas personas que llegó a acabar el coleccionable y lo hizo
encuadernar. Encima de mi cama lo tenía a cual espada de Damocles. Como
para no salir independentista la niña.
Mi
esperanza llegó con el internete, el señor sabe lo todo glungle o la listilla de la winquipedia.
Inocente de mí pensé que cesaría en su empeño en el saber escrito. ¡Pues
nanai!
Hace poco me dió
un cubre colchón que vale una pasta porque se ve que te recarga de
energía mientras duermes y todo porqué pagó un dineral con su última adquisición, una enciclopedia de
fotografías de no sé qué demonios, y se lo regalaban con la promoción,
más dos cojines recarga pilas humanas también y un colchón de misma
temática.
Y así seguirá
hasta que o se dejen de publicar enciclopedias, cosa que sería una gran
desgracia para mi mamá, o caiga el edificio por el increíble peso que
soporta esa casa. Yo por si acaso no iría a tomar un te con el vecino
del segundo. Advertidos quedáis.
Adjunto foto con un pedacito de mueble para que lo juzguéis por vosotros mismos.
Aquí podéis ver ocho de ellas, detrás de la puerta de ese armario hay muchos más libros y debajo, sino recuerdo mal, están todos los números de Érase una vez la vida.
Creo que en cualquier casa habitada a finales de los 60 y mediados los 70, están pobladas de enciclopedias. Eso sí, como bien dices, creo que tu madre necesita ayuda o que alguien la bloquee la cuenta bancaria...
ResponderEliminarSaludos.