miércoles, 27 de marzo de 2013

Un gato negro debajo una escalera

Ya ha llegado la primavera, ¡qué alegría y qué ilusión! La gente mundana anda por las calles con  menos peso, los bombos fabricados en navidad ya se empiezan a ver y bueno como diría ese cantante, Love is in the air?

Pos no lo sé, ya me lo contaréis. Lo que si que está en el aire es la Semana Santa. ¡Oh, benditas vacaciones en medio de la nada!

Este año, en lugar de pasear por la Gran manzana como el año pasado, he decidido emular al gran maestro Michelangelo con su capilla sixtina  y me he embarcado en la aventura de pintar una cenefa en el techo de mi habitación. Parece algo sencillo o al menos a mi me lo pareció cuando se me ocurrió la idea pero está claro que, en ocasiones, tengo más ideas de tortuga ninja que de genio de las bellas artes.

En fin, la cuestión es que como soy más bien de talla normal  y mi escalera llega hasta donde llega se ha convertido en una ardua tarea de estiramiento de músculos.

Mi gatito negro (o blanco con el lomo negro, para los más positivos) es feliz tenndome en casa, cómo se divierte el jodío paseándose por debajo de la escalera mientras yo estoy encaramada en ella haciendo méritos para el Circ du solei. Seguro que el Sr. Murphy tendría que decir algo al respecto pero, por el momento, ni yo me he descuajeringado los huesos ni mi gato a muerto aplastado por su ama loca.

Aunque he de reconocer que últimamente he jugado con el peligro involuntariamente. Hace poco, saqué la bandeja del horno sin manoplas y casi sin manos claro. ¡Qué dolor! Gracias a Dios mis preciosas extremidades no sufrieron daños irreparables y podré continuar haciendo maravillas culinarias.

También me la jugué hace dos noches cuando se me olvidó apagar una vela. Antes de irme a dormir, me gusta relajarme viendo la tele con las luces apagadas. Unas velas haciendo caliu y una "buena" serie. Cuando me levanté, con ese aroma intenso a vainilla no me empané pero al salir de la habiración vi tintinear una llama, a veces, me voy a dormir tan cansada que no tengo ni aire en los pulmones (bufera, para los catalano parlantes) y una de las velas se debió quedar encendida. ¡Podría haber  incenciado media casa!

Como el riesgo no es lo mío, intentaré mantener mi cabecita encima de los hombros por ahora pero no os prometo nada ya que  con el calorcito bueno que se acerca nunca se sabe donde puede ir a parar la cabeza de una...

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