martes, 28 de mayo de 2013

Malas decisiones

En la vida tomamos mil decisiones. Nuestro cerebro desde que nos levantamos hasta que nos acostamos esta en constante conflicto. Hay quien le cuesta un montón decidir qué calcetines se pone para ir conjuntado con lo que lleva y hay gente que se tira a la piscina sin pensar en las consecuencias, cosa que siempre me ha parecido admirable siempre dentro de la responsabilidad. Hace poco, A me comentaba que los miedos son parte de nosotros mismos y que gracias a éstos y a las decisiones que hemos tomado con ellos en nuestras mochilas personales ahora somos de una manera o de otra. Quizàs, combatir ciertos miedos son quimeras imposibles y no vale la pena ir siempre frustrado por la vida por ello.

Filosofadas a parte, no todas las decisiones que tomamos son las correctas y desde hace un par de semanas lo estoy viviendo en mis carnes. 

Hablando con mi amigo Don Antonio nos dimos cuenta que él y su mujer tomaron la misma mala decisión que yo. Me hace mucha gracia cuando hablando con alguien le sucede alguna experiencia igual a la tuya. Se crea como una sinergia de los más absurda entre las dos personas pero a la vez al encontrar algo en común con esa persona te une un poco más a ella. 

En fin, que don Antonio, al igual que yo, todas las noches, lamenta que su mujer hubiera tomado esa decisión. Y es que nos hemos sentido estafadas. La esperanza de un tiempo mejor nos ha ganado la batalla. Hace unos días creímos que el oscuro invierno nos había dejado y con unas ganas tremendas de dar portazo a sus frías garras lavamos y guardamos el nórdico que cubría nuestros cuerpecitos al anochecer. Y ahora para no pelarnos de frío tenemos que tirar de la manta del sofà. Llevo días manta para arriba, manta para abajo.

Y es que tomar malas decisiones es de lo más normal, no siempre puedes acertar en esta vida pero las malas decisiones hay que admitirlas y superarlas. Y si uno se equivoca, como se suele decir, a lo hecho pecho. Se pide disculpas y se tira para adelante. 

Pero es curioso esto del perdón. No lo practicamos nunca, ni con nosotros mismos ni con los demás. Y si por un casual tu lo haces la gente te miran de forma extraña. ¿Qué hace esta chica...? ¡Mira que es rara!

No es que yo quiera ir de Jesucristo por el mundo, ni nada parecido pero no sé porque somo tan obtusos y nos cuesta tanto admitir nuestros errores. ¿Por qué nos es más fácil dormir culo con culo con nuestra pareja? Si lo único que hizo fue afanarse a la hora de limpiar el nórdico. ¡Sra. de Antonio, que es mucho más bonito dormir a lo cucharita y si tienen frío acurrúquense, mujer!

Yo no tengo pareja pero si me tengo que disculpar con mi Nino. Aunque dormir a lo cucharita con él es absurdo, siempre busca el calor de mi cama y debido a mi error, el otro día, no se le ocurrió otra cosa que dormir en el cubo de la ropa sucia. Quizás si que se estaba más calentito pero no os cuento yo el olor que hacía el pobre animalillo al día siguiente después de haber pasado unas buenas horas sepultado bajo la ropa sucia del gimnasio... ¡Smelly cat total!

lunes, 13 de mayo de 2013

Soy una perdedora

No os penséis que por el título del post me he sumido en una depresión oscura e irremediable pero es que realmente soy así. ¡Soy un despiste con patas! Una perdedora nata de cosas. Lo pierdo todo.

Cuando era pequeña, en verano solía pasar unos días en un campamento. No era un campamento de esos para gordos como salen en las películas ni nada de eso, era más tipo American Pie pero sin meternos flautas por... Bueno, que ya me estoy enrollando con mis frickadas. La cuestión es que mi mamá antes de irme siempre me decía que si conseguía volver con toda la mochila igual y sin perder nada me hacía un regalo. No servía de mucho pero la buena mujer lo intentaba. A la vuelta, siempre le tocaba comprar todo lo que había perdido. Creo recordar que sólo una vez me regaló una muñeca. Iba en una cesta de cuadros vichy rojos. ¡Qué bonita era!

Unos treintaymuchos años después sigo perdiendo cosas a cascoporro. El otro día perdí un pañuelo de flores de casi metro y medio de largo. ¡Qué rabia me dió! Y es que, en ese sentido, yo soy un poco tontica y pronto le cojo cariño a las cosas.  Lo que no entiendo, por eso, es que yo vivo en un barrio en el que es imposible ir solo por la calle. ¿A caso nadie vió que llevaba mil cosas en las manos y que se me pudo caer el pañuelo? Como diria mi nuevo mejor amigo Holden Caulfield (¡Gracias, M!) ¿no os fastidia cuando la gente ve que vas perdiendo cosas y no dice nada? De verdad, como me molesta que la gente haga cosas así. No cuesta tanto avisarles, aunque no les conozcas.

A principios de año perdí un reproductor de música, con vete tu a saber qué había dentro. Da como
vergüencita que alguien lo encuentre (o lo churrumangue). No sólo por la música, de un gusto exquisito y una gran selección de temas sino porqué lo utilizaba como unidad de almacenamiento de cosas mías. Descartar de vuestra mente fotos guarrindongas. ¡qué soy una mujer decente y yo no hago esas cosas!

También he perdido un número imposible de determinar de calcetines.
¡Qué cabroncetes son los jodíos! Con ellos es al revés, Dios los junta y ellos a la mínima se separan. ¡Se van al mundo de los calcetines de nunca jamás y encuéntralos! 


En cuatro meses tres anillos que han desaparecido de mis dedos(Flor pequeña, la dama antigua y blanquito)y es que debo ser de las pocas princesitas que corren por el mundo que la expresión caersele los anillos es como la vida misma. Que no es que me los haya quitado y me los haya dejado por ahí, es que me han desaparecido de los dedos por arte birlibirloque. Deditos finos y anillos estandars no se lleban demasiado bien. ¡todos se me caen!

Ya tengo ganas que sea mi cumpleaños para recibir los regalitos de este año. ¡Eh, que yo con este post sólo doy ideas! Que no es necesario que os esperéis a mi cumple, ya sabéis que yo de regalitos acepto todo el año.

Y es que amigos, quizá no sea normal perder tantas cosas pero me consuela que hay gente mucho, pero que mucho peor que yo. Aunque ya se sabe que consuelo de muchos, consuelo de tontos. 

 

lunes, 6 de mayo de 2013

Mis vecinos del norte

El viernes llegué a casa sobres las 11 y media de la noche y me encontré que mis vecinos estaban haciendo una fiesta. 

Mis vecinos de arriba son unos jovencillos ários que hablan en malhumorés. De esos que parece que estén enfadaos contigo cuando sólo te estan dando los buenos días. 

¡Tenían liada una! La música a tope, gritaban, vitoreaban a no sé quien, daban saltos, tiraron botellines por la ventana. Vamos, un pollo tremendo. 

Estuve sopesando la idea de subir a quejarme pero más por el estado de las vigas centenarias que separan nuestros pisos que por el escandalo en sí. Pobrecillos si son encantadores, nunca hacen ruído ni nada. Por una fiestecilla que hacen también que les vas a decir. Pensé para mis adentros mientras me ponía mi pijama de cuadros y me disponía a pasar la noche en vela.

Pero para mi gran sorpresa llegaron las doce de la noche, apagaron la música y como si bella durmiente hubiera hecho de las suyas el edificio quedó sumido al más absoluto silencio. ¡Qué maravilla, oigan! Estoy convencida que si hubieran sido de otra nacionalidad o españoles mismo la fiesta hubiera durado hasta las mil. Se hubieran pasado por el forro de los cojones el respeto y descanso de los vecinos y hubieramos acabado con los mossos reventando la fiesta. 

Al día siguiente, ví a uno de ellos y no pude evitar sonreirle. !Casi le abrazo y todo! Pero como es un jovencito bastante buenorro me contuve, que aunque sean el colmo de la educación yo no sé que haria el muchachito del norte si una loca de treintaymuchos se le tira a los brazos sin ninguna explicación. Quizá nacería una hermosa amistad pero como no estaba muy convencida de ello, me limité a lanzarle una sonrisilla cómplice y de eterno agradecimiento por dejarme dormir. 

Ojalá fuera normal que la gente respetara a los demás y en lugar de admirar a mis vecinos por comportarse como personas adultas pudiera felicitar al resto del mundo por una buena educación y un respeto mútuo.

jueves, 2 de mayo de 2013

El doble sentido de la vida

En la vida diaria tendemos a malinterpretar frases o a descontextualizarlas para echarnos unas risas. Entre mis compañeros es una práctica bastante habitual y nos reímos un montón, en el fondo somos todos unos guarretes encantadores. Por ejemplo, el otro día estaba yo concentrada en los mails que se me habían acumulado en la bandeja de entrada de mi correo durante el finde cuando por mi oreja derecha oí "Hay que meterle el dedito para ver si está húmeda" instintivamente cerré las piernas, pero como estaba claro que la cosa no iba conmigo giré la cabeza y con los ojos como platos miré a mi compañero que se río al darse cuenta de lo que acababa de decir. Mientras el otro compañero todo inocente y ajeno a las risas iba metiendo el dedo en la tierra de una planta medio asalvajada que tenemos en la oficina para ver si la tenía que regar o no.

Hay cosas más evidentes que otras, como por ejemplo, hace poco me enteré que al lado de nuestra oficina hay un sitio de pollos a la brasa que se llama El Pollón, con servicio a domicilio. Es imposible que no se te pase por la cabeza la imagen de la típica familia cuando llega el mensajero a casa. "Abre la puerta, nena. Que debe ser el señor del pollón..." A ver es que hay gente que también va provocando, ¡no me jodas!

El problema viene cuando estás tan acostumbrado a interpretarlo todo de una forma más bien alternativa que fuera del entorno laboral no siempre se entiende cuando te ríes de un posible doble sentido. O incluso, a veces, me ha pasado de tener que callarme cuando en mi cabeza retumba un ¡jurjrur, lo que ha dicho! Entonces, me pongo roja como un tomate y se nota un montón que me estoy intentando aguantar la risa y claro, la que queda como una marrana soy yo. Porqué que un chico se ría de estas cosas aún es medio normal, mira el salido éste que gracioso, pero que una señorita finita como yo rompa a carcajada limpia porque alguien inocentemente ha soltado una barbaridad pos muy bien no queda. 

Y es que a mis treintaymuylargos soy muy inocentona y, a veces, pienso si será normal que mi humor sea tan inmaduro. Entre mis compañeros ya me dicen que tengo un humor muy cabaretero pero qué queréis que os diga, reír es gratis y el caca, pedo, culo, pis siempre me ha hecho gracia.