En la vida tomamos mil decisiones. Nuestro cerebro desde que nos levantamos hasta que nos acostamos esta en constante conflicto. Hay quien le cuesta un montón decidir qué calcetines se pone para ir conjuntado con lo que lleva y hay gente que se tira a la piscina sin pensar en las consecuencias, cosa que siempre me ha parecido admirable siempre dentro de la responsabilidad. Hace poco, A me comentaba que los miedos son parte de nosotros mismos y que gracias a éstos y a las decisiones que hemos tomado con ellos en nuestras mochilas personales ahora somos de una manera o de otra. Quizàs, combatir ciertos miedos son quimeras imposibles y no vale la pena ir siempre frustrado por la vida por ello.
Filosofadas a parte, no todas las decisiones que tomamos son las correctas y desde hace un par de semanas lo estoy viviendo en mis carnes.
Hablando con mi amigo Don Antonio nos dimos cuenta que él y su mujer tomaron la misma mala decisión que yo. Me hace mucha gracia cuando hablando con alguien le sucede alguna experiencia igual a la tuya. Se crea como una sinergia de los más absurda entre las dos personas pero a la vez al encontrar algo en común con esa persona te une un poco más a ella.
En fin, que don Antonio, al igual que yo, todas las noches, lamenta que su mujer hubiera tomado esa decisión. Y es que nos hemos sentido estafadas. La esperanza de un tiempo mejor nos ha ganado la batalla. Hace unos días creímos que el oscuro invierno nos había dejado y con unas ganas tremendas de dar portazo a sus frías garras lavamos y guardamos el nórdico que cubría nuestros cuerpecitos al anochecer. Y ahora para no pelarnos de frío tenemos que tirar de la manta del sofà. Llevo días manta para arriba, manta para abajo.
Y es que tomar malas decisiones es de lo más normal, no siempre puedes acertar en esta vida pero las malas decisiones hay que admitirlas y superarlas. Y si uno se equivoca, como se suele decir, a lo hecho pecho. Se pide disculpas y se tira para adelante.
Pero es curioso esto del perdón. No lo practicamos nunca, ni con nosotros mismos ni con los demás. Y si por un casual tu lo haces la gente te miran de forma extraña. ¿Qué hace esta chica...? ¡Mira que es rara!
No es que yo quiera ir de Jesucristo por el mundo, ni nada parecido pero no sé porque somo tan obtusos y nos cuesta tanto admitir nuestros errores. ¿Por qué nos es más fácil dormir culo con culo con nuestra pareja? Si lo único que hizo fue afanarse a la hora de limpiar el nórdico. ¡Sra. de Antonio, que es mucho más bonito dormir a lo cucharita y si tienen frío acurrúquense, mujer!
Yo no tengo pareja pero si me tengo que disculpar con mi Nino. Aunque dormir a lo cucharita con él es absurdo, siempre busca el calor de mi cama y debido a mi error, el otro día, no se le ocurrió otra cosa que dormir en el cubo de la ropa sucia. Quizás si que se estaba más calentito pero no os cuento yo el olor que hacía el pobre animalillo al día siguiente después de haber pasado unas buenas horas sepultado bajo la ropa sucia del gimnasio... ¡Smelly cat total!
No hay comentarios:
Publicar un comentario