
Hace unos días, guardando más rampoinas de la última fiesta celebrada en casa, redescubrí mi caja de cartas.
Tengo cartas del año de la María Castaña. Postales de lugares lejanos, enviadas y sin enviar. Con la letra apretujadísima para contar todo un viaje en menos de 10 cm de espacio. Tendrías que ver como algunas son imposibles de leer en un orden racional. Incluso tengo una que jamás llegué a enviar a ese concurso televisivo que nos tenía enganchados cada noche a la caja tonta.
Me reí mucho con las cartas que me enviaban mis amiguitas del cole durante el verano. Llenas de pegatinas y dibujitos en papeles de lujo. Florecitas, corazones y animalitos no podían faltar. En una de ellas, mi amiguita me preguntaba si ya había salido del hospital porque con la carta que le había enviado yo anteriormente, era tan larga que seguro que me habían tenido que amputar el brazo. Y es que tirarme el rollo con las letras escritas ya viene de lejos.
Admirable el esfuerzo titánico de mi madre por escribir cuatro líneas en catalán, que a nuestros padres nadie les enseñó a escribirlo, y si de algo ha de estar orgullosa mi mamá es de la voluntad que ha puesto siempre en aprender su idioma materno. Mientras que a mi, eso me importaba un bledo, yo sólo quería oír mi nombre en alto cuando repartían las cartas en los campamentos.
Encontré a faltar dos tipos de cartas en mi caja, no había ninguna de ningún admirador secreto, pero bueno eso ya era de esperar y la de la peseta. Si, ¿os acordáis? la precursora de las odiosas cadenas que están enviando hoy en día por whatsapp. Y si, como ya imagináis, yo era una de las que rompía la cadena. ¡Así me va!


Lamentablemente, la mayor parte de las veces, en mi buzón sólo encuentro cartas publicitarias y recibos feos y desagradables. Por navidad, a penas caen ya postales con niños entrañables y una o dos veces al año, eso si, mi gimnasio molón me envía invitaciones para mis amiguetes.
Yo no digo que volvamos atrás y empecemos ahora a mandarnos cartas asín al tun-tún. Y sé que no es normal que me decepcione tanto una caja de metal atrotinada en mi portería pero me ha gustado la sensación de releer esas cartas y quería compartirlo con vosotros.
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