jueves, 7 de noviembre de 2013

Parecidos razonables

Este fin de semana trabajé en un sitio que me dió la oportunidad de ver mil caras. Inevitablemente, yo que soy de fijarme en todo, organizar y clasificar con los caretos de la gente no podía ser menos. Es un clásico y un tópico que los animales de compañía se parecen a sus dueños pero es que realmente los humanos nos parecemos mucho a ciertos animales.

Hay los pajarillos, suelen ser mujeres de extrema delgadez con narices prominentes. Pajarracas, que ya en la cara se las ve una maldad y una cara vinagre que pa qué. Las gallinaceas, mujeres gorditas con sus piernecicas de palo.

Están los caraperro, a menudos más parecidos a los bulldogs que a  los chiuaua, señores seriotes, entrañables,  que no quieren ser molestados por memeces. Los puedes ver en un bar leyendo tranquilamente su periódico o haciendo cola pacientemente en el supermercado.

Otro sería el mono, que lamentablemente la evolución queda muy clarita viendo a semejantes especímenes de la humanidad que corren a sus anchas por las calles compitiendo en fealdad y belleza a la vez con los osos parduscos.

Seguro que hay muchos más como los cara tortuga, los cara pez (yo, la mayoría de lunes por la mañana),  aunque mis preferidos he de decir que son las ardillas. Los chicos ardilla son los yo me llevaría a casa sin dudarlo, tienen un no sé qué que me hace perder el poco oremus que tengo (expresión intraducible del catalán pero que ya venís a entender). 

Yo no sé si me pareceré algún animal físicamente pero lo que si os puedo asegurar es que soy tozuda como una mula, que cuando algo se me mete en el cebollino no hay dios que lo quite de allí. Y, muy seguramente, aunque no sea nada normal pueden pasar años y paños que puedo guardar allí las cabezonadas más absurdas que sé que morirán conmigo antes de dar mi brazo a torcer.

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