viernes, 8 de noviembre de 2013

Tozuda como una mula

Reconozco que el post de ayer era bastante chusquero pero no siempre tengo la inventiva al cien por cien y no os quería dejar sin entrada esta semana.

Por eso y por presión popular. Bueno, no es que un centenar de personas me lo reclamaran con pancartas y fanfarrias pero a mi con que me lo pida una persona ya me basta para tirarme el rollo.

Como el tema animalejos esta más visto que el TBO os voy a contar algunas de mis cabezonadas y lo testaruda que puedo llegar a ser a veces.

En el siglo pasado,  cuando yo era una simple mocosa, iba a un cole progre que su método para enseñarnos a administrar nuestros dineros era dejarnos sueltos en una isla en grupos y con una paga que nos daban debíamos sobrevivir durante dos días. A nuestro grupo nos fue genial y ahorramos un montón de lo que nos asignaron. Todo gracias a que estuvimos los 2 días comiendo pan de molde. Para celebrarlo sugerí a mis compañeros comprar un pollo asado para la última comida. Sin a penas pensarlo un momento, lo descartaron y me tacharon de loca. Me empeciné en ello y me enfadé un montón por no conseguir convencer a mis compis. Pues quizá no sea muy normal pero aun hoy en día no entiendo por qué porras no pudimos comer caliente después de dos días. 

Una de mis grandes cabezonadas fue comprarme un piso. Si chicos, en el momento en que más grande estaba la burbuja inmobiliaria yo me empeciné en independizarme de casa a lo grande. No podía irme compartiendo piso o alquilando uno pequeñito como hace todo hijo de vecino, tenía que comprar yo sola mi casa. Al final, acabé pagando un dineral por un cuarto sin ascensor de 40 m2, que ahora evidentemente no puedo vender y que no quiero para nada porque es minúsculo. Y para colmo, estoy encadenada a una hipoteca que tendré que pagar de aquí hasta la eternidad.

Pero no todas mis terquedades han sido negativas. Gracias algunas de ellas, me he podido sacar el carnet de conducir, la carrera inútil que guardo en un cajón, dejé de fumar y no me vengáis con el cuento que eso es tener voluntad porque si tuviera un mínimo de voluntad no endraparía las cantidades ingentes de comida que me meto al cuerpo a diario. 

He de reconocer que mi impedimento natural para pedir ayuda, muchas veces, consigue que haga cosas de lo más absurdas. Desde montar muebles o bajarlos por las escaleras yo solita con el peligro que conlleva morir aplastada por un armario de dos puertas, montar lámparas a riesgo del inminente calambre, pintar techos inalcanzables y un largo etcétera de barbaridades en las que me he jugado la vida por ser simplemente tozuda como una mula.

Y es que supongo que es normal que no nos guste que nos digan que no pero qué curiosa es la mente humana que un no puedes o un quizá no deberías pueda convertirse en un reto y lograr mover montañas con un por mis cojones qué...

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