miércoles, 11 de diciembre de 2013

Destino Final

Creo que la saga de películas Destino Final es de las que más me han marcado en la vida. Yo ya intuía en que algo en mi cabeza no andaba bien. Que el ser tan miedica era exagerao pero a raíz de ver la primera de las películas le puse orden a esos miedos y el film le dio forma convirtiéndolos en una auténtica tortura.

Para quien no conozca esta serie de películas interesantísimas, ninguna ganadora de un Oscar, porque ya sabemos que estos premiso están amañados, que sinó de qué, os pongo aquí una breve sinopsis:

En el viaje de fin de curso a París, Alex Browning, tiene una premonición en la que su avión (vuelo 180) va a explotar al despegar del aeropuerto. Alex trata de abandonar el avión y provoca una pelea. En consecuencia él, la profesora y cinco estudiantes son expulsados del avión. Poco después observan desde la terminal del aeropuerto cómo explota el avión. Más tarde los sobrevivientes tratan de calmarse y de olvidarse de lo ocurrido, pero la tranquilidad dura poco, pues pronto se dan cuenta de que la muerte vuelve para llevárselos; lo hace matando a cada uno de los supervivientes del Vuelo 180 en "extraños accidentes", pero lo más sorprendente es que los supervivientes mueren en el mismo orden que habrían muerto si se hubiesen quedado en el avión. Cada vez que la  muerte se va a llevar a alguien, manifiesta su presencia mediante extrañas sombras, brisas frías y extraños efectos ópticos (ya sean chispas, fuego, destellos, humo, sombras con formas extrañas, etc..) en los que, casi siempre, se advierte la figura de una calavera, o "pistas" del nombre de la siguiente víctima.

Y así es mi vida. Veo peligros por todas partes.

Como usuaria de una motito fantástica que me lleva a todas partes, a cual escobilla para su bruja, ya no sólo me veo en constante peligro a mi sino que cada dos por tres infarto por culpa de lo mal conductores que somos todos. La cantidad de semáforos en ámbar que pasamos apurando al máximo, las puertas de los coches aparcados en doble fila que se abren sin mirar si viene alguien. Esquivadas a último momento de peatones que se lanzan al vacío de la calzada. Bueno, bueno, un no parar de gente amargada que comete errores constantemente y nos pone en riesgo a todos.

Para mi el colmo de los colmos es ir al parque con un niño pequeño, eso si que es colapsar todos mis sentidos arágniddos del peligro. A ver qué día hacen un parque de plástico de burbujas. La verdad, es que yo me sentiría mucho más segura. Una vez, se materializó mi pesadilla. Fuimos con la pequeña de una amiga, mientras la inocente niñita bajaba por el tobogán a mi un sudor frío me recorría por la espalda. Yo vi que se podía caer por los lados, que podía llegar al final sin frenar y a) darse un culazo o b) dejarse la piñata contra el suelo. A medio recorrido no pude soportarlo más, cogí a la niña y la bajé de ese artilugio de maldad. Gracias a Dios la reproducción no parece lo mío porque mi instinto de protección desmesurado haría de la pobre criatura un vegetal. ¡Cómo se mueven los críos, parecen culebrejas provocándome!


Y los perros sueltos? Si, vuelvo con el tema de los perros pero es que sois tontos o què os pasa? Ahora en serio, ¿tanto os cuesta entender que por la ciudad los perros no pueden ir sueltos? No sabéis cómo pueden reaccionar, ni los perros, ni los coches, ni las personas. Cada vez que veo un perro me gustaría poder convertirme en una ninja para empezar a trepar por las paredes, ir de balcón en balcón hasta esquivar al animal en cuestión. Vale, si. Los perros grandes me dan un poco de miedito y si son cariñosos y se abalanzan sobre ti aún más. Estimado amo, aunque tu quieras un montón a tu bichito seguramente a mi me importe un real pito así que si se va en busca de carinyo ajeno o juguetear muy seguramente yo interprete que va a por mi yugular, asín que cógelo bien o la podemos tener. Perritos pequeños susceptibles de acabar bajo las ruedas de cualquier coche, si vuestros amos no os llevan con la correa pedírselo con vuestros estridentes ladridos, que para eso tenéis morrito. Es como esa gente que tiene gatos y con las ventanas abiertas de par en par. Uy, vaya, se nos ha caído el gato de un quinto piso o se nos ha escapado. ¡Vaya por Dios! Que yo no soy un monstruo y mi forma de querer a los animales es no poniéndolos en riesgos innecesarios.

Bueno y como siempre en estas fechas, y aunque no sea normal, porque lo normal es desearos unas felices fiestas, que también, por el amor del Santo Cristo que cumple añitos el 25, haced el maldito favor de no coger el coche si no es estrictamente necesario. Ir en taxi, metro, bus, tren lo que haga falta. Si no lo hacéis por vosotros o por vuestras familias hacerlo por una pobre chica que sufre horrores sabiendo que estáis en plena carretera con el peligro acechando a vuestras ruedas.


P.D. Si a alguien le suena todo esto porque ya os lo haya podido contar, puede leerse Me repito, repito y lo entenderá todo.

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