martes, 25 de marzo de 2014

Gente happy

Ya sé que os prometí hablar de las barbacoas en toda su salsa pero a la última que fui imperó el buen rollete, el flower power y la buena conversación. Salvo 4 gotas de lluvia, típicas tocacojoneras de esta época primaveral, lo que hizo que aumentase y quedase plasmada nuestra buena organización, todo fue estupendo. Carne buenísima para la envidia de todos vosotros. Si, si, por favor, envidiarme, jamás he probado una carne así, aún me relamo mis colmillos de leoncia saciada. Ah, pero no sólo fue una ingesta trival de carnaza, hubo gente que trajo exquisiteces, virgen de sabores, me rendía a cada una de ellas con cada bocado. Y como era el cumple del anfitrión, unas maestras pasteleras de sus hogares, nos deleitaron con dos tartas buenísimas, queso y chocolate, qué más se puede pedir. Vamos que ni cuñados, ni abuelas dando la murga, ni niños atacados por querer comer una patata frita antes de tiempo, ni nada incordioso. Asín que me quedaré para mi la buena experiencia que pasé el fin de semana pasado y si algún día vuelvo al redil de las barbacoas familiares ya os avisaría. 

No sé si es por la estación en la que estamos, o porque el otro día fue el Día Internacional de la Felicidad, ya ves tu, que pasó sin pena ni gloria, o porque a través de las ondas sonoras el señor Pharrel Williams con su cancioncilla de más de 4 minutos ha devorado el cerevelo de millones de personas o porque yo qué sé, a mi me da la sensación que el efecto happy esta empezando a contagiar a las personas de mi alrededor. 

Hay un chico en el gimnasio, que nunca me pasa desapercibido, es él y su fiel sonrisa que siempre le acompaña. Yo en cycling estoy con la cara en grana, resoplando y sosteniendo, a ritmo de pedaleo, mis higadillos para que no salgan disparados hacia el culo del de delante y este chico se pasa 45 minutos, que si ahora sonrío, ahora río, ahora me parto la caja, me controlo, vuelvo a sonreír. Y ya no os cuento cuando esta con su pareja. Que parece que le hayan dicho que va a ser papá cada vez que la ve. Ella aparenta ser una chica normal, tirando a simpaticoide. Como gente desconocida que son parecen encantadores y son gente muy happy.

Hay personas admirables que trabajan más horas que un reloj y a la que sale de su cubículo se convierte en gente happy, con ganas de hacer mil cosas y rodearse de millones de amigos. Suelen tener sotopocientos planes o improvisan, que para arriba y que si para abajo, llueva, haga sol o nieve siempre disfrutando del momento.

Y es que a la felicidad hay que quererla y valorarla. Os suena la fracesita, eh. ¿La aplicamos a nosotros mismos a ver qué pasa? Si, chicos, no soy una experta en el tema pero algo me dice que esto es lo que vendría a ser aquello de la cola que muerde el pez. 

Se rumorea, que hay seres inteligentes que están satisfechos con sus vidas, aman su trabajo, quieren a su familia y amigos y con una simpleza aplastante son felices. Que hay gentes around the world que lo consigue. Entonces; ¿Por qué es más normal ser un mísero amargado?; ¿Por qué el mal rollo triunfa entre la población humana? ¿No nos han enseñado que el bien siempre es el que triunfa? 

¡Me gusta el virus hapiness! Quiero la utopía, lo quiero todo, que la población mundial se contagie a lo World War Z y seamos todos happy, que sean sólo cuatro sarapastrosos los que sean los amargados de vidas insulsas.

Pero como un sueño que es y como yo tengo una salud de hierro parece que el virus happiness no me acaba de afectar, asín que voy pegarme a cual molúsco a gente happy, a ver si hacen efecto lejía y me van aclarando un poco para poder ver la luz de esta bonita primavera.

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