miércoles, 12 de marzo de 2014

Os imagináis que...

Hace poco me llegó por correo instantáneo esta memez:


Entonces eso quiere decir, que con todo lo que me llego a zampar yo, es que estoy requetebuena. Y no es por hacerme la chula, que ya sabéis que no voy de macizorra por el mundo pero es que me tendríais que probar . Un toque achocolatado y blandita como una nube. Madre mía, si parece un anuncio de estos de contactos. Chica dulce de caramelo busca sardinilla alegre.

¿Os imagináis que las personas tuviéramos diferentes gustos? Que si, que ya sé que no todos sabemos igual y no olemos igual. Me refiero a gustos de comida, a chocolate, a pasta, pollo al horno, mmm... Seguro que el que más follaría sería el de gusto a patatas fritas, ¡vaya vicio tendría el tio, empiezas y ya no puedes parar! Seguro que James Bond sabe a jamón de jabugo.

Esta es la típica reflexión en la que yo me meo de la risa y vosotros no entendéis nada. Yo en mi cabeza veo humanoides disfrazados de alimentos por la calle y vosotros me tomáis por Hannibal Lecter. Pues así me pasa muchas veces. Yo empiezo con el os imagináis que... y en un momentito, dentro de mi cabecita ya se ha liao parda.

Recuerdo en un trabajo aburridísimo que tenía hace unos años, que éramos varias mujeres juntas. Todas quejándonos de nuestras lorzas de más y nuestro apetito insaciable. Pues bueno, de ahí llegamos a la reflexión de que podríamos donar nuestras grasas para los pobres de pene insignificante y chicas con tetas inexistentes. Cómo molaría hincharnos a comer para hacer el bien y no el mal en nuestros cuerpos. Que noble sería por mi parte comerme tres cajas de Donuts, dos helados y media pizza para poder hacer sentir algo entre sus piernas a un pobre infeliz. Bueno, eso lo podríamos lograr sin tener que comer tanto pero ya me entendéis. Estoy convencidísima que si eso fuera algo factible la economía resurgiría de entre las cenizas, a cual ave fénix, gracias a la compra masiva de bollería industrial y seríamos todos mucho más voluntariosos.

Hoy en día estoy en una oficina en la que todos somos muy imaginativos, estar rodeada de gente creativa es lo que tiene y que estén casi tan poco cuerdos como yo, me hace sentir no sólo acogida en mi locura sino que puedo llegar a ser de las más sosicas de todos. Pensar que, gracias al te imaginas que, nos hemos salvado de un apocalipsis mundial simplemente metiéndonos los dedos por el culo formando un círculo de fuego. Y lo mejor de todo, es que luego seguimos trabajando la mar de bien, mirándonos a la cara y todo, como si la burrada que acabáramos de decir no implicara algo tan salvaje y soez.

Y es que, el te imaginas qué... no tiene límites. Cuando nos metemos en terreno sexual, la cantidad de sandeces que podemos decir parece increíble. Pero me comportaré, que sino luego me decís que parezco salida de El Molino. Y si tiramos de humor infantil ya ni te cuento, que el pedo, culo, pis, ¡nos gusta más que el tonto un palote! O incluso las más simples, ahora mismo, justo mientras escribía estas líneas, con mi compañero de al lado, comentábamos el ¿te imaginas un mundo sin sillas? ¿Cómo podría yo hacer estas entradas tan idas de la olla estando derecha delante del ordenador? ¡imposible!

De todos modos, Dios no quiera que yo fume porros o me endrongue porque si esto me pasa de normal, no quiero pensar lo que me pasaría viendo elefantitos rosas y dragones voladores.

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