jueves, 22 de mayo de 2014

El fantasma que dejó olvidadas sus plantuflas

Lo que os voy a explicar es tan real como que lo viví ayer y me cagué de miedo. Cosa que, los que ya me conocéis o empezáis a conocerme, es algo más bien fácil en mi. Más por la imaginación que le pongo a cualquier situación que por otra cosa pero yo soy asín, que le vamos hacer.
Resulta que en el edificio en el que vivo ahora,  se ve que hace unos años,  entre la comunidad,  decidieron poner ascensor y al ser un edificio de la catapum chimpum, o sea, viejo del cagar, lo pusieron como buenamente pudieron. Eso hace que el ascensor no te deja en el rellano en el que vives sino que te deja entreplantas. Y tu escoges,  o te paras abajo y subes media planta o te bajas arriba y desciendes medio tramo de escaleras.  Y como yo soy miembro honorífico del club de vagos y perezosos de barcelona, con cede central en Sant Gervasi, pues evidentemente siempre escojo la segunda opción. 

Seguramente,  en este punto de vuestra lectura estaréis pensando  "¿y todo este rollo pa qué? ¿Y qué tendrá que ver todo esto con un fantasma y unas pantuflas? Pues más bien nada y mucho menos lo del fantasma... ¿pero a que el titulo mola? 

Seguid, seguid leyendo, ¡que es para flipar!

Primero os tengo que poner en antecedentes. ¿os acordáis de la mala noche que me hizo pasar una loca borracha a las tantas de la madrugada?  Sino, podéis leer el post Misterios nocturnos, que es mu largo de contar.

Está vez, la cosa paraNormal sucedió alrededor de las nueve de la noche. Volvía yo muy felizmente del gimnasio cuando salí del ascensor y me encontré en medio de la escalera unas zapatillas como unos zuecos de plástico,  tipo de esas que se hicieron famosas gracias a una marca que empieza por cro y acaba por ocs.  Es que no quiero nombrar la marca porque a mi el blog no me lo patrocina ni santo cristo. 



Pues como os decía al principio,  lo primero que sentí fue un miedo aterrador porque fijaros como están puestas. Una en cada peldaño, como si alguien estuviera bajando las escaleras... Nino-nino, nino-nino... (por favor, leer onomatopeya con entonación de intriga y no de ambulancia,  que sino no sirve y queda ridículo).

Luego la razón vino a mi cabeza y pensé que lo más lógico era que alguien las había dejado ahí. 

Lógico quizás si, pero... ¿normal? Really?

¿Quién demonios en su sano juicio deja las zapatillas en medio de la escalera y en rellano ajeno? ¡Que ahí sólo vivo yo!

¿En qué porras estaba pensando la mujer, porque eran de tamaño humanoide fémina, para dejar abandonados sus guardapiés domésticos asín de cualquier manera? 

Llámame maniática del orden, si quieres, pero como mínimo los podría haber dejado alineados para que no pareciese que el ser que los llevaba puestos se hubiese volatilizado o que una panda de extraterrestres despistados, porque ya me dirás tu que interés pueden tener en una señora en zapatillas, la hubiesen secuestrado. 

O sea, que lo que venimos a confirmar con este suceso es que hay una mujer, que probablemente esté como un cencerro, pululando por mi edificio, con especial cariño a mi rellano y que no acabamos de saber si es que es un despiste con patas y sin zapatillas o una marrana de tres pares.  Si consigo desvelar el misterio podéis estar seguros de que os lo contaré.


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