lunes, 8 de septiembre de 2014

If I were a rich man, na na na na na naaa...

Así nos cantaba el señor barbudo del Violinista sobre el tejado. No es que con el calor del verano me haya vuelto ya loca perdida ni nada de eso. La verdad, es que hace tiempo que no escribo y un poco de desazón si que tengo pero nada grave. Cierto es que parece ser que ya me han dejado de pasar cosas poco normales. Eso o es que el síndrome este que padecen algunos de madurar y evolucionar me esta afectando a mi también. Quizás, quizás, quizás... Va ser que no, ¿no? 

En fin, mientras esperamos a que me caiga un piano en la cabeza o algo similar, voy a tener que tirar de anécdotas pasadas. Así que os  voy a contar un juego que hacíamos con M hace muchos años, ideal para cenas, guateques y celebraciones varias. Aunque muy poco recomendado para comuniones y bautizos, y luego ya veréis el porqué.

Vendría a ser el equivalente femenino de "¡A que no hay huevos de...!". Aunque a este juego pueden jugar todos y si no te lo tomas muy en serio poco riesgo para la salud puede tener.

¿Os acordáis de la película de Una proposición indecente con Demi Moore, Robert Redford y Woody Harrelson? El resumen de la trama consiste en que un tipo muy muy rico le propone a un simplón y a su esposa, si por un millón de dólares dejaría que su mujer pasara una noche con él.

Y a partir de esa base, nuestra mente distorsionada, porque si M, tu y yo sabemos que no estamos bien, empieza el juego.

¿Por cuanto dinero te beberías un vaso de cubata lleno de pipi?

Una cosa sencilla, dinero fácil, en negro y en mano. Por supuesto, lo primero a debatir es de quién es el orín apostado. Muy diferente si es de uno mismo, total es parte de ti y todo queda en familia,  o de una persona conocida a la que le tienes que volver a verle la cara sabiendo que te has bebido su pis o el de un ser ajeno, que mira, cierras los ojos, te lo bebes y olvidas el tema. El precio, como en la bolsa puede variar según los factores y condiciones que vayas poniendo. Cuantos más digan que lo harían más tienes que ingeniártelas para decir la siguiente guarrada que meterías dentro del cubata a la que la gente o no accedería o le pondría un precio mayor. Y el juego se va desarrollando entre risas, egs, caras de asco e increíbles revelaciones de gente que aparentemente es de lo más normal. El límite lo pone la mesa, no os podéis ni imaginar la de cosas que he llegado a oír decir con este juego.

Y es que, a veces, es sorprendente lo que haría la gente por cuatro perras, que tu te crees que la que tienes al lado es una auténtica remilgada, con una enorme escoba metida por el culo, hasta que la ves levantar la ceja según qué precio se pacte con qué. Y no sólo eso, sino que llega un momento en el que tu que has empezado con un supuesto caso totalmente imaginario de un ingenuo cubalibre de orín, se acaba debatiendo a grito pelao, a cual Pilar Rahola enfurecida, como si realmente te fueras a beber un cubata de vómito de tu profesor de primaria, adobado con caquitas de cabra y si, un chorrillo de pipi de tu compañera de universidad por 6000 míseros euros.

En fin, uno se entretiene como puede y si véis que el juego os queda corto siempre podéis hacer aparecer la versión del bocadillo de..., que viene a ser lo mismo pero con sustancias más sólidas. Eso si, siempre con pan con tomate, que aquí somos como somos y ya sabemos que con pa amb tomaquet todo sabe mucho mejor.

1 comentario:

  1. Ay, yo me acuerdo de lo del bocadillo de m... Y sólo de pensarlo... XD

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