Rescatado del armario, a la guarda
de volver a ser usado, como humana pobre en recursos que soy, saqué mi
ventilador a la luz. Ya el año pasado, en modo dar vueltas, hacía un chirrido
increíblemente molesto no apto para oídos sensibles. Como soy de la generación
macgyveriana y una mujer más apañada que tó, en lugar de ponerle un poquito de
3 en 1 y viendo que necesitaría más manduca para dejar de provocarme ganas de
jugar al yo-yó con él en el balcón, desmonté la ruedecita que gruñía y con una
crema de cacao medio pocha que tenía, evidentemente, sin utilizar hacía mil, le
unté bien el tornillico, la base y todo bien frotadito con la pasterada. Lo
volvía a montar y... ¡ni el fujitsu ese! ¡Una maravilla!
Mucho se habla este verano del pez
desmemoriado Dori pero muy poco del pez despistado o ciego como un topo autóctono de Caldetes, un pueblecito de la costa catalana. Uno de los días en que gozaba mi cuerpo serrano de un bañete en la
playa, un pobre pececito se estrelló contra mí y claro el susto fue mayúsculo.
En un micro-segundo pensé que era una medusa gigante y que los salvavidas me
tendrían que venir a buscar pero pronto me di cuenta que no se trataba de eso y
que el morenazo de la Cruz Roja seguía tan pancho en su torreón de metal.
Pasaron unos minutos y en mi piel, donde el pececito había hecho impacto
apareció un diminuto hematoma. Pasaron los días y el diminuto golpe se
convirtió en una manchita marrón. Me pareció raro porque los golpes suelen
volverse amarillos, no marrones... ¿sería el pececito topo tóxico y me
convertiría en Superfishgirl? Y entonces, caí en que en ese mismo punto, antes de
que el pez, se diera de bruces conmigo, tenía una peca. ¡El bicho sólo había
hecho diana! ¡Adiós Superfishgirl!
Este verano la especie lagartija parda ha aumentado su población considerablemente logrando que los pocos barcelonenses y guiris varios que nos hemos quedado por la city hayamos podido gozar de la falta de mosquitos este año. Gracias a estos animalejos nos hemos podido ahorrar esos molestos picores y esos micro-infartos nocturnos provocados por unos tocacojones voladores zumbando en nuestro oídos a altas horas de la madrugada.
Este verano la especie lagartija parda ha aumentado su población considerablemente logrando que los pocos barcelonenses y guiris varios que nos hemos quedado por la city hayamos podido gozar de la falta de mosquitos este año. Gracias a estos animalejos nos hemos podido ahorrar esos molestos picores y esos micro-infartos nocturnos provocados por unos tocacojones voladores zumbando en nuestro oídos a altas horas de la madrugada.
Y como siempre con P hemos dicho que el verano no se acaba hasta que llegan
las Fiestas de La Mercè en Barcelona, aquí seguiremos esperando a ver si pasa
algo poco normal para poder contároslo.
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