¿Sabéis aquello de... ¿es que
esto solo me pasa a mí!? Pues aquí os dejo mi último viacrucis a ver si opináis
lo mismo.
Resulta que se ve, que se rumorea, que cuando se reforman los pisos algún duendecillo malvado hijo de piii, arranca todos los cables y cajetillas de teléfono. Yo no sé si es por el tráfico de cobre o qué pero a mí ya me ha pasado en dos pisos lo mismo.
Como, entro otras cosas soy pobre y cabezota, pues no me ha dado la real gana de ponerme fibra. No necesito pagar una alta de línea de un teléfono que no voy a utilizar, ni chorrocientas megas de bajada, así que, pedí una alta de ADSL vulgar.
Resulta que se ve, que se rumorea, que cuando se reforman los pisos algún duendecillo malvado hijo de piii, arranca todos los cables y cajetillas de teléfono. Yo no sé si es por el tráfico de cobre o qué pero a mí ya me ha pasado en dos pisos lo mismo.
Como, entro otras cosas soy pobre y cabezota, pues no me ha dado la real gana de ponerme fibra. No necesito pagar una alta de línea de un teléfono que no voy a utilizar, ni chorrocientas megas de bajada, así que, pedí una alta de ADSL vulgar.
Ya como experta en telecomunicaciones, que si me
quiero sacar ahora la carrera de telecos, mínimo me convalidan dos o tres asignaturas,
dejadme que os explique que la fibra sale de una caja mágica negra que hay en
fachadas, patios y terrazas y la caja del pobre cobre está ande la dejaron
antaño y vete tú a saber.
El primer día, yo totalmente desinformada de esto, me
vino el técnico y me dijo que mi edificio no había terrado, por lo tanto, tenía
que ponerme en contacto con alguien del edificio de al lado, que por los
cables, parecía que venía del ático.
Y yo a cual lobo feroz, llamé y llamé y la puerta
nadie me abrió. Finalmente, decidí dejar una carta en su buzón con mi teléfono
para que se pudieran poner en contacto conmigo. Esa misma noche, recibí un
whatsapp de una chica simpatiquísima con la que entablé conversación para poder
ir un día a su casa.
Estaba ilusionada, casi tres semanas después de
solicitar mi línea ya podía llamar al técnico para que viniera pero… ¡Oh, no,
horror! La empresa colaboradora había devuelto el parte de alta a la compañía y
la señorita del teléfono me indicó que, en unos días, alguien se pondría en
contacto conmigo para quedar. Hasta al cabo de cuatro días no llamó ni quisqui
y cuando lo hicieron fue para decirme que no podría ir nadie hasta dentro de
una semana.
Bueno, pasada esa semana, vino un técnico nuevo y bajo
leves sospechas de que no podría hacer nada con los cables del edificio de al
lado, nos fuimos a conocer a la chica simpatiquísima del whatsapp.
Y, si, el técnico oráculo acertó y en la terraza de la
vecina sólo había fibra. Así que nos despedimos de la vecina y de mi internet
con la promesa de que si conseguía acceso al edificio del otro lado, volvería y
tendría, en un peniquete, mis deseos cumplidos.
Milagrito del niño Jesús que, al día siguiente, al
salir de casa me encontré a una vecina que salía del edificio en cuestión.
Divina Providencia había hecho de las suyas y la mujer era la mismísima presidenta
de la escalera. En seguida se hizo cargo de mi situación y me dijo que quien
tenía las llaves de la terraza era la dueña del restaurante que queda entre los
dos edificios.
El problema de Divina Providencia es que su efecto
dura poco y cuando fui a preguntar a la noche por la dueña, justo ese día,
tenía fiesta.
Al día siguiente, conocí a Montse, una mujer
encantadora, regenta de la crepería Le p’tymon que me llevó al terrado para yo
poder comprobar si las cajas que habían allí eran de fibra o de cobre.
Como ya era viernes por la noche decidí no molestar al
técnico, total, tampoco iba a venir. Así que el lunes quedamos para el
miércoles.
Dos meses y diecisiete días más tarde conseguía que un
hombre con asma que apenas podía subir los cinco pisos sin ascensor en el que
vivo, me pusiera la cajetilla que contenía la magia del uifí.
Confiada y al ser esto al mediodía, me fui a trabajar
para acabar mi jornada laboral y luego pasarme un rato a sudar por el gimnasio.
Cuál fue mi sorpresa cuando al llegar a casa y
conectar el router, la flamenca del Watsapp me hizo una butifarra y me percaté
de que no tenía conexión alguna.
Llamé a la teleoperadora y me dijo que a esas horas
poco podíamos hacer y que tomaba nota. Hay un dicho que dice que es mejor no
irse a dormir si uno está enfadado pero yo os digo que si el día va mal, vete a
dormir que mañana será otro día.
Doce horas más tarde y un par de conversaciones más
con teleoperadores y técnicos averigüé que hubo, cágate, falta de comunicación
entre el técnico y el de la central y éste tenía mal un número, con lo que
provocaba que mi lucecita del ADSL del router parpadeara en lugar de estar
fija.
Y lo normal, sería que os pensarais que os escribo
desde la sala común del psiquiátrico de mi ciudad pero no amiguitos, una prueba
más que he superado y os escribo desde el escritorio que me monté en mi casita
nueva.
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