Tal y como
os conté en el post anterior, el sábado fuimos a La Central de Puretas.
Entramos con la esperanza de dejarnos las caderas y el peroné en la pista, así
que, nos fuimos directas para allí.
Cuando ya
llevaba medio recuento de mis parroquianos favoritos, un chico se acercó a
mí:
-Perdona, tu
sueles venir mucho por aquí, ¿verdad? Me suenas mucho.
Y así, es
como me convertí en parte de la lista de habituales de ese chico.
Los más
romanticoides pensaréis que, quizás a raíz de este hecho, nació una bonita
historia de amor entre dos tontos que tienen en común la afición de recontar y
clasificar al personal. Pues siento cominicaros que no fue así. Que en cuánto
vi que ese chico no me podía gustar de ninguna de las formas, pues pobrecico mio
muy agraciado no era, le contesté:
-Ah, pues
no, no. Es la primera vez que venimos.
En estos
casos lo mejor es mentir, sonreír y retirarse a tiempo.
Pero no pude
evitar pensar que quizás lo de hacer censos de nuestros reductos sociales es
más normal de lo que pensaba.
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