domingo, 7 de mayo de 2017

Los colorines me confunden

Bueno, pues yo, como cada año, ya he empezado con el drama de planificar las vacaciones. La gente normal, lo decide con su pareja o con sus amigos. Yo como soy "independiente" y voy a parte de los demás, pues cada año me las tengo que apañar para no parecer una marginada social, llevándome mi soledad por el mundo.

Esta vez, se me había antojado ir a Filipinas, probablemente de los últimos reductos salvajes sin masificar en exceso que hay por esos lares. Con un presidente loco pero sin el extremo de querer probar bombas nucleares encima de tu cabeza. Pero, como siempre, mis antojos y mi presupuesto no casan demasiado. ¿Podría? ¡Sí! ¿Debería gastármelo en ir yo sola, otra vez, a ningún sitio? ¿Me tengo que quedar en casa simplemente porque no tengo a nadie que me acompañe? En fin, mis dudas existenciales de siempre.

Lo que sí que hago durante la temporada previa es mirar muchos sitios y reservar alguna cosilla, sin cargo de cancelación, por si me lo repienso. Y aquí viene el problema de los colorines, que aunque lo parezca, no me despisto, eh. Ayer, estuve mirando vuelos y vi uno a Nueva York por 500€, ¡la virgen!, la última semana de julio y a ese precio flipe, recogí mis ojos, los volví a poner en sus cuencas, rezando que hubiera puesto el derecho en la cuenca derecha y el de la izquierda en su izquierda, ya que por el tema de dioptrías varía, y me puse a buscar hoteles en la city. 

Mirar hoteles en una conocida página web de alojamientos, ya es como ir al casino. Lleno de colores, con ofertas y premios extraordinarios. Y vi un 4* en Times Square a muy buen precio y como en esta página son muy amables, te indican si otras personas están viendo esta misma oferta para que te espabiles y no te la quiten. A mí, me parecía raro que estuviera en colorcito verde. Verde de tira para adelante que esto se puede cancelar y al lado, en otro color, la palabra jackpot, que perdonar mi incultura ludópata, me sonó a premio, te ha tocao la lotería. Así que le di y reservé 7 noches en Nueva York. ¡Pam! ¡Sin pensarlo y a lo grande!

El infarto vino cuando me llegó el mail de confirmación y vi que no se podía cancelar. Empecé a hiperventilar con las manos en cabeza, mierda, mierda, ¡qué hecho! Ya me veía rellenando el ESTA cagando leches y suplicándole a Señor Trump que aunque soy medio retrasada con las reservas soy muy bonica y que me dejara entrar en el país. Intenté calmarme y antes de empezar a sumar tasas en unos vuelos que no quería, llamé al teléfono de atención al cliente de la página de reservas. Un chico muy amable, tirando a bastante condescendiente, me intentó tranquilizar con un "Ay..., jovencita..., vamos a ver si llamando al hotel y se lo pedimos, nos aceptan cancelar la reserva sin cargo". Mientras, me quedé a la espera imaginándome la escena al otro lado del teléfono. "Nada, otra cateta, que quiere anular la reserva porque no ha visto que como es un ofertón no se puede cancelar". "Pos sí, la cancelamos, tranqui, ya picará otro". Y en cuando me lo comunicó, yo, a cual pececico que regresa al mar, volví a respirar.

Y es que como dice mi querida amiga y lectora fan M, no tengo la cabeza ande hay que tenerla, que soy de atabalarme fácilmente y la presión me puede. Así que si una persona amable se ofrece para organizarme un viaje para finales de julio principios de agosto, yo le estaría eternamente agradecida.

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